MANUEL JOSÉ JOAQUÍN del CORAZÓN de JESÚS BELGRANO GONZÁLEZ.
NACIÓ EL 3 de JUNIO de 1770 - FALLECIÓ EL 20 de JUNIO de 1820
Manuel Belgrano. obra del artista francés Francisco Casimiro Carbonnier
(discípulo de David y de Ingres), efectuado en Londres en 1815
Nació el General Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano González en la ciudad de Buenos Aires, el día 3 de junio de 1770; siendo sus padres : Don Domingo Belgrano y Peri, noble italiano, con carta de naturalización expedida por el Rey de España, y Doña María Josefa González Casero, de origen español y vecina de la misma ciudad. Por su honorable actuación en la vida de la colonia, por su fortuna honestamente adquirida en el comercio y a pesar de su calidad de "naturalizado", Belgrano y Peri, llegó a desempeñar los altos cargos de Regidor de Cabildo y Alférez Real de Buenos Aires, mientras que la familia Gonzáles Casero ilustraba su nombre, vinculándolo a la fundación del "Colegio de Niños Huérfanos", que luego se trransformó en la benemérita Sociedad de Beneficencia.-(Mitre. Historia de Belgrano.-del Franco, Belgrano El Pabellón Argentino-1920)
El año 20 ha sido llamado el año del
caos, y a fe que la
República sin poderse constituir, era víctima de las
ambiciones de los caudillos que todo lo arrollaban en su avance impetuoso y
hasta arrogante, digno de otros motivos, si hubiera sido para fundar algo útil,
alguna bella y humanitariainstitución, y no sobre los catafalcos de
los mártires de la libertad, sobre los escombros de las instituciones amontonados
a 1o largo de esa vía-crucis o vía-crisis que atravesó el país entero, destacar
e1 espectro de la tiranía que iba a cebarse, como la fiera en las entrañas de
sus propios hijos.
Apena el
espíritu y entristece el corazón, volver los ojos a ese pasado de ignominias,
sin poder sacar otra enseñanza de la actitud de los hombres y de los acontecimientos
ya pertenecientes a la historia, que el pobre concepto de lo que la multitud
ignara y rebelde entendía por instituciones patrias. Azuzada la gleba en sus
desorbitadas contradanzas por el genio e ingenio de una política rastrera entre
hermanos, por un odio
que parecía inyectado, mediante artes maléficas, en el organismo de los hijos
por los propios padres.
Era encarnación
viva de este espíritu de anarquía la montonera orgullosa, pagada de sí m1sma,
envalentonada por su bravura gaucha, tropelías insólitas, a cuya cabeza
marchaba su caudillo o capitanejo,
de vinchaen 1a frente, tirador con pistoleras para
el trabuco a la cintura, lanza y tercerolas en la diestra bridas y nazarenas punzantes para echar el corcel a todo galope en furia desenfrenada por los
campos, los montes y las sierras en persecución del
bando enemigo, del hermano; o al asalto de ciudades indefensas
y poblaciones al descubierto, en las que el saqueo y el asesinato eran la ley del talión, aplicada a sangre fría
y como un arbitrio para fundar sobre la base del
terror, un reino efímero o un gobierno de fuerza.
Y ocurrió para
agravar los males un suceso lamentable, y ese fue la muerte del general Dr. Don
Manuel Belgrano.
Repitamos con
Rafael Obligado. ¿Quién dice Manuel Belgrano, sin que se sienta mejor? En
efecto: el apóstol de la revolución que a1lá por el año 1820 estuvo en Córdoba,
y
decaído el espíritu por el
mal mortal que lo llevaría a la tumba (una hidropesía).
Fue todo un
varón de sonados prestigios por su figuración histórica de tanto relieve.
Alguien en un discurso patrio, en la Catedral de Córdoba, lo apellidó con toda justicia,
el Matatias de la familia argentina. No fue menos: su fe, su religiosidad, su
concepto del deber, su abnegación sin límites como hombre y como soldado ; su
porte distinguido y a la vez modesto; sus luces nada vulgares, siempre despiertas
y siempre alumbrando;
su carácter irreductible y firme
como podía
ser el suyo, templado en un
patriotismo sano y sereno; su espíritu gallardo y recto que jamás abusó de 1a
posición si no para creerse más obligado y más lleno de responsabilidades;
culmina como vidente, hijo de la
República , producto de la más genuina democracia, al crear
para aquella el .símbolo de todas sus grandezas presentes y futuras, la
insignia patria, el pabellón bicolor que, desplegado por él en las barrancas
del Rosario, se bañó entero en
1as glorias
del Sol de Mayo al beso de su luz fecunda que entraba a vivificar estas
regiones del continente americano, y al reverberar del armiño que tejía a nuestras
cordilleras diademas de maciza plata; bandera por él creada en rapto de célica
inspiración que, al flotar en lo más
alto del palo mayor de nuestras naves de guerra y al tope de los edificios
públicos y particulares,:1a conciencia ciudadana, trasuntada en algo inconsútil
como el espíritu de1a nacionalidad o el .subjetivismo de las cosas sagradas, expandiéndose
en él espacio libre, en efluvios de gloria, difundido por el patriotismo
que sus bellos colores proclaman
y anuncian a los pueblos de América, y en especial a los del antiguo virreinato del P1ata,
estremecido hasta en sus cimientos por el fragor de las cargas heroicas de sus
granaderos, por el vigilante eco del cibarín bélico, por la sacudida ,enorme y
fuerte con que los pueblos rompen cadenas, desatan ligaduras y se 1anzaan a gozar
de la independencia de todo otro poder extraño, por los campos y las
ciudades de la patria
que, se alfombran de laureles y se cubren de honor imperecedero, al paso de nuestros
egregios visionarios.
Belgrano es la
cumbre moral más alta del
patriotismo argentino, por que supo armarse caballero y militar de esas
legiones invictas, recogiendo de la panoplia histórica, el escudo
de su fe inquebrantable y la
espada con que trazó al general Tristán el camino de 1a derrota en Tucumán y Salta;
y así pudo por esto mismo mandar aquel mensaje a Ve1azco gobernador del
Paraguay que le intimaba darse prisionero de guerra: "Las armas
de la patria no se rinden jamás
en nuestras manos''
A través de
los cien años corridos de su muerte han surgido en nuestra tierra los
monumentos que le rememoran, y sobre todo, el monumento por excelencia de la
obra histórica más copiosa y mejor documentada que le consagra otro argentino ilustre.
Todos en la medida de su capacidad han loado al héroe; el poeta templó su lira y hasta sopló en 1a trompa épica y en
arrebatadas estrofas, hechas de luz y fuego, ofició de oráculo sagrado para contarnos
las muchas bellezas de su alma, su sincero patriotismo, su 1a austeridad de
costumbres, las ternezas de su corazón y lo que en el apóstol, en el militar y ciudadano,
había de grande y extraordinario. Así fue que se le semblanteara como propulsor
de la instrucción primaria en el país, ya que por un propio, debían fundarse y
sostenerse escuelas en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, con aquellos
40.000 pesos que le asignara la asamblea por sus gloriosas victorias; apóstol
de la revolución,
quiere armar al niño con el arma poderosa del libro que edifica y no destruye;
vislumbrando .en la lontananzas de la patria la brava lucha contra 1a
ignorancia y 1a barbarie que se terminaría, y en la que tendría un sucesor
genial como Sarmiento ; arma nobilísima que empleada con éxito desde esa
fortaleza que se 11ama la escuela pública, contribuiría en sumo grado y en
grande escala, a la cultura y progreso de los hombres y las instituciones.
Entre las
figuras clásicas, pues, de la
Revolución
de Mayo, la personalidad del general don Manuel Belgrano, se destaca limpia y
brillante, con caracteres inconfundibles en el cielo de la patria naciente; con
un caudal de luz que acrecienta su volumen de astro de primera magnitud y con el más grande
ascendiente moral un argentino alguno haya tenido sobre su pueblo en su época,
y sobre la posteridad, a través de los cien años de su muerte hasta el
presente.
Al evocar su
memoria bendecida por todos los labios y aclamada por todos los corazones, se
siente como halagado el orgullo nacional, por rugo muy nuestro: es que él supo
encarnar y encarna en la ideología de los más austeros principios republicanos,
lo que puede traducirse como la esencia, como el alma mater de todas las cosas,
u objetos, materiales unos, invisibles e inmateriales otros, impalpables, no
violados por nadie, y que se sienten flotar en el . ambiente de una democracia sana
y joven y en la esfera de lo abstracto; aquello que es la vida en el orden de
las creaciones humanas y de 1as instituciones u obras del hombre; que es el
espíritu de 1as leyes y es la justicia nivelando los caminos de la libertad para
la marcha de los pueblos; lo que pone en el músculo la fuerza y la energía en
el alma y es escudo de defensa contra el avance de la o1a y es instrumento de
civilización y cultura bajo la denominación común de progreso : haber
nacido para la gloria en la gratitud de la república.
Córdoba hará
cien años lo vio asumir la responsabilidad de su generalato en el ejército del
norte, ya herido de muerte por la enfermedad que poco después lo arrastró al
sepulcro; y no obstante de ver él llegar a paso de gigante sus últimos días, no
falló su gran espíritu ni menguó el valor del militar abnegado y del ciudadano pundonoroso.
Así dice el
historiador local en su ''Crónica de Córdoba'', tomo I, página 312.
''Se dirigi6 a
Tucumán con el propósito de ponerse en curación. Sus compañeros de armas lo
vieron alejarse con los signos tristes de la muerte; pobre, pobrísimo, en
estado de pedir limosna para atender a sus más premiosas necesidades"
( 1) .
Y afirma el
general Mitre: (2)
''Al
despedirse de sus soldados les dice: Seguid conservando el justo renombre que
merecéis por vuestras virtudes, ciertos de que con ellas daréis gloria a la
nación y corresponderéis al amor que os profesa tiernamente vuestro general.
Una escolta de
25 hombres lo acompaña hasta los suburbios de Córdoba, y al separarse de él, echan
pie a tierra y descubriéndose 1a cabeza le dicen sollozando: ''Adiós, mi general. Dios nos lo vuelva
con salud y lo veamos pronto". Esta acción tan sencilla como patética lo
conmovió profundamente.
Al llegar a la
primera posta del camino, le escribió al Dr. Castro, gobernador de Córdoba,
manifestándole "que había tenido un día de abatimiento''.
Esta fue la
última ovación que, el vencedor de Tucumán y Salta, recibió en vida, dice el
general Mitre.
Y el señor
Ignacio Garzón agrega: ''Lo esperaban aún otros desengaños e ingratitudes que
precipitaron sus últimos momentos".
(1) Al morir lo único que le quedaba, el reloj, se lo
regaló a su médico.
(2) Hist. de Belgrano. Tomo 3•. pág. 247.
A esa altura
de la vida y en medio de tantos acontecimientos en que le tocó en suerte
actuar, desastres y victorias, ya podía ostentar la palma del martirio o
haberse sentido orgulloso, apretadas las sienes por tan gloriosos lauros; pero
al grande hombre, ni lo abatió el infortunio, ni lo irguió la soberbia y fue
grande siempre en todas las situaciones sin aspavientos ni holguras, cómo le
correspondía en su carácter de iluminado y creador de esa santa religión de la
bandera a .la que le levantó altares en cada pecho de sus soldados, oficiando
él de sumo sacerdote, cuando frente al arca santa de la libertad allá en Tucumán,
en la casa histórica, a dos pasos de los campos de la ciudadela, la hacía
flamear orlada con la luz de su pensamiento profético, al anunciar al mundo que
ese vergel de la república sería a la vez sepulcro de tiranos; su alma
comunicativa y creyente imbuida en la idea de un Dios justo, saturada del azul.
de su bandera predilecta y de su blanco inmaculado, voló muy arriba con sus
alas de cóndor a contagiarse de inmortalidad en las más elevadas cumbres; y así
pudo en una ensoñación genial traer de la región empírea los bellos colores para
la insignia de la que había
de ser una gran patria; lábaro que en sus ungidas manos orif1amaría de luz
intensa toda la América
y había de sacudir los espíritus de la nueva raza en una ascensión de gloria,
conminando a los pueblos con gesto de héroe a cobijarse bajo sus pliegues ondulantes
como caricias de madre, y a seguirla en sus derroteros mientras fuera haciendo
sombra a los débiles en el despertar de las conciencias, del caos hondo al
usufructo completo de 1a independencia.
Figura clásica
la de Belgrano tonifica el patriotismo
de los pueblos y de sus soldados, que advierten en él fases de conductor de
multitudes a quienes fascina con su ingénita bondad; y de jefe militar en cuyo
honor confían más que en el valor de otros predilectos hijos de Marte, porque
él se eleva por arriba de las piezas de artillería y de los cañones para mandar
con el imperio de sus propias virtudes: una conducta amasada de heroísmo frente
al deber ineludible y costoso; un concepto de la dignidad que lo afirma al muro
de una voluntad de hierro para resistir a cualquier tentativa de soborno o
debilidad; un corazón plantado en el pecho como cualquier incrustación de una
piedra preciosa para irradiar solo cosas buenas, bellas y justas, una mirada
certera hacia el horizonte lejano para descubrir entre la polvareda agitada por
los vientos, lo que es la marcha de un ejército en tren de ataque, o las
fuerzas coaligadas de la felonía y de la traición, acampando cerca de sus
huestes victoriosas para dividirlas; un criterio basado en el más estricto
espíritu de justicia, para llegar con él a profundizar el arcano insondable en
que una política artera hundía al país recién libertado al que se lo precipitaría
en la más negra noche de duelo para las
instituciones; varón de gloriosa estirpe que pone a contribución su sangre por
la patria, lo mismo que las fuerzas físicas y morales en un holocausto tan
hermoso que consume su propia vida en sus altares, en medio del fuego sagrado
en que como una pira colosal arde el patriotismo de los argentinos en la ciudad
de Tucumán.
Honremos la
memoria del general Belgrano.
Su vida fue una lección del más puro civismo que pudimos de nadie haber recibido; su patriotismo de buena ley mana de su
espíritu, como se exhala el aliento de la vida; sus costumbres austeras hacen de él un ciudadano
de una contextura moral que, la crítica y el examen respetan y admiran; pudo
haber encabezado las cruzadas al Santo Sepulcro, como Godofredo de Bouillon, y
por cierto que émulo de éste en la fe, luchó por fundar una patria libre de toda tutela extraña y ajena a todo
culto idolátrico; alimentó su alma en el credo de la revolución, y se afianzó
en el evangelio cristiano para sentirse siempre fiel a los dogmas de su
conciencia y a los preceptos de su moral, que encuadraban todos en el cánon de
una vida consagrada tona entera a 1a patria: jamás enturbió su corazón de una
prístina hermosura con residuos que pudieran arrastrar las diversas corrientes
de opinión y de aluvión, con que tuvo que tropezar, y por el contrario, altivo
en la mala suerte resistió a los reveses con magnánima abnegación, así como ni
se embriagó con el triunfo de que se coronó en más de una de sus proezas.
Por todo esto
que llevamos dicho, por lo mucho que dejamos de decir, fuerza es que confesemos
para epilogar este artículo panegírico, que la república en el centenario de la
muerte del general Dr. Manuel Belgrano, ha sabido sentirse tan patriota cómo él,
y se ha honrado ella misma al decretar la apoteosis de honores oficiales y
populares, con que se ha glorificado al apóstol de la revolución, al creador de la bandera,
al héroe sin rival de Tucumán y Salta
JUAN JOSÉ VÉLEZ
Cordobés- 1870
Cordobés- 1870
Jefe del Ejército al Alto Perú- Su banda no tiene ningún sol |
![]() |
Creación de la Bandera por Manuel Belgrano |
![]() |
Bendiciònde la bandera por el Obispo Gorriti |
Juramento por el ejército a la Bandera |
![]() | |
Un aspecto del campo de batalla |
![]() |
Representa a Manuel Belgrano en Campichuelo |
![]() |
Posta de Yatasto lugar donde se encontraron Belgrano y San Martín, en San José de Metán-Salta |
![]() |
Belgrano en su lecho de muerte |
![]() |
Mausoleo del General Belgrano enel Atrio de la Iglesia de Santo Domingo, en Buenos Aires |
![]() |
Detalle del Mausoleo- Parte superior con el Sarcófago |
![]() |
Del Diario Los Principios (Córdoba) Nota de Gontrán Ellauri Obligado-3 octubre 1934 |
![]() |
Para mejor lectura |
JUJUY - MUSEO DEL ARZOBISPADO
Representación escultórica de la bendición de la Bandera |
El Obispo Gorriti bediciendo la Bandera |
Detalle de Belgrano sosteniendo su bandera |
CONCLUSIÓN
Propaganda en La Nación hacia 1930. Es evidente que la bandera no lleva sol. |
![]() |
Cuaderno escolar de los años 60, la bandera no luce ningún sol. |
Buenos Aires, 21 de diciembre de 1938
De los miembros de la Comisión Informativa sobre los antecedentes de los
símbolos nacionales, Vicealmirante Ismael F. Galíndez, General de División
Francisco Medina y Federico Santa Coloma Brandsen, a S. E. el señor Ministro
del Interior, doctor Diógenes Taboada.
Señor Ministro:
En la historia y en la
enseñanza está difundido que el prócer de la Independencia, Gral. Dn. Domingo
French, es el inventor de la escarapela argentina y de los colores patrios.
Los estudios que venimos realizando por
mandato del Superior Gobierno, sobre los antecedentes de los símbolos
nacionales, nos permiten asegurar lo contrario de aquel aserto. French, no sólo
no inventó la escarapela, sino que el 25 de Mayo fue sorprendido por su uso y
resultó, así, uno de los últimos en adoptarla.
Tratándose ahora de oficializar los debidos
homenajes al prócer, entendemos, por la verdad histórica, por la fe de la
enseñanza y por el respeto que siempre han de merecer los actos del Superior
Gobierno, que debe descartarse de las declaraciones oficiales consagratorias la
afirmación de aquel hecho, por resultar una mera leyenda.
Obligados como estamos a aportar los datos
comprobatorios de nuestra aserción, procederemos a llenar tal cometido.
De antemano debemos establecer que la
importancia del asunto, por lo que significa rectificar la historia, impone un
detenido análisis de las proposiciones en vigor y de las que a ellas han de
oponerse para ir a la necesaria verdad.
Un estudio semejante obliga a una cierta
extensión del trabajo; pero hemos de facilitar de inmediato su conocimiento
resumiéndolo en las principales conclusiones siguientes:
a)
La divisa de Mayo, como otras
que la precedieron, tiene su antecedente en la historia de las Invasiones
Inglesas.
b)
Invadida Buenos Aires, en
1806, los patriotas –criollos y peninsulares- convinieron en realizar conversaciones
secretas para tratar de libertarse y adoptaron un distintivo rojo y blanco. Se
menciona también otro, celeste y blanco, pero es fácil probar su inexistencia.
c)
Con la divisa blanca y roja asistieron los
defensores al combate de Pedriel y con ella, por fin, consumaron la Reconquista
en la célebre jornada del 12 de Agosto.
d)
Reconquistada Buenos Aires y siendo de
prever una segunda invasión, organizáronse tropas para la defensa. De ahí las
primeras milicias criollas y el origen del Ejército argentino. Entre los nuevos
cuerpos se prestigió el de “Patricios de Buenos Aires”, por constituirlo
nativos de la ciudad y lo principal de sus familias.
e)
En general, los uniformes eran de colores
blanco, azul y rojo. Estos colores se combinaban también en el penacho
distintivo de cada cuerpo; pero el de Patricios fue singularizado por un tono
inexistente en los demás : blanco y de punta celeste.
f)
Ocurrida la segunda invasión, los Patricios
se destacaron, haciéndose admirar por los propios enemigos. Esto aumentó su
prestigio popular.
g)
Las ideas de Independencia, que hasta
entonces se habían mantenido más o menos en el orden de las teorías, por
carencia de la fuerza necesaria para hacerlas triunfar en el hecho, empezaron a
cobrar forma de realidad cercana, fundada en la confianza que infundían las
tropas criollas, especialmente los Patricios.
h)
Alentados los patriotas por semejante
confianza de propia fuerza y por la perspectiva de poderla emplear con éxito
prontamente, según dejaba esperar la situación de España bajo el asedio de
Napoleón, las miradas se fijaron más que nunca en los Patricios, y su penacho
concretó el símbolo de las tropas criollas.
i)
Desde entonces las damas porteñas se dieron
a la tarea de confeccionarse rebozos celestes ribeteados de blanco y tocados
con cintas de iguales colores. Se adornaban también con ramos de violetas
azules y junquillos blancos, y así ataviadas salían a pasear por frente a los
cuarteles de las tropas criollas.
j)
Saavedra había prometido encabezar la
revolución cuando cayera Sevilla. Ocurrido esto, los patriotas fueron al
Cuartel de Patricios, el 19 de Mayo de 1810, a recordarle al jefe el
cumplimiento de lo acordado. Saavedra meditaba la respuesta, cuando en eso
penetró al cuartel un grupo de damas principales, sugestivamente ataviadas con
los ya clásicos rebozos celestes ribeteados de blanco. Semejante actitud
precipitó las decisiones y Saavedra fue jefe del movimiento.
k)
Los colores blanco y celeste se difundieron
como “emblema de la causa” y patriotas, concurrentes a la plaza de la Victoria,
el 22 de Mayo, día del Cabildo Abierto, ya iban luciéndolos en el sombrero.
l)
En ese mismo día se vieron otros
manifestantes con el retrato de Fernando VII, quienes, al siguiente día, 23,
cambiaron el retrato por una rama de oliva en el sombrero.
m)
El día 25 de Mayo –según el historiador
López- “la plaza se llenó en un momento de damas y señoritas, con los colores
celestes que distinguían al penacho tan popular de los patricios”. También en
es día, y junto con los patriotas de las cintas blancas y celestes del 22, se
vieron algunos peninsulares con cintas encarnadas. En el resto del día, hasta
ya entrada la noche y aún bajo la lluvia, las damas, cubriéndose con paraguas,
repartían cintas blancas y celestes entre “los jóvenes y la mozada de los
regimientos de hijos del país”
n)
En las primeras horas de ese día 25, y
mientras lo anterior ocurría en la plaza, algunos dirigentes revolucionarios, y
entre ellos French, esperaban en lo de Azcuénaga la decisión de los
cabildantes, de cuyo fraude en el escrutinio del comicio del Cabildo Abierto
habían ido a reclamar otros patriotas. Cuando llegó a lo de Azcuénaga la
noticia de que los cabildantes no cedían, corrió la voz de : “¡Al Cabildo!”.
French, seguido por sus chisperos, llegó a la Recova, y ahí recién advirtió que
el pueblo, ya reunido, exteriorizaba sus opiniones cívicas mediante divisas
rivales. Tuvo entonces que decidirse, o por el rojo peninsular o por el
“emblema de la causa”. En realidad, no cabía una elección que le estaba
impuesta, y así fue que no tuvo otro recurso que adquirir cintas blancas y
celestes para que sus chisperos se pusieran a tono con los patriotas ya
uniformados.
o)
En consecuencia, la actitud de French el 25
de Mayo no fue de iniciativa y menos aún de inventor. Por el contrario, estaba en
retardo para con la divisa, que las damas ya usaban desde el día 19 y los
patriotas urbanos desde el 22.
p)
El error de atribuírsele a French la
invención de la escarapela, emana del que sinceramente encarnó y mantuvo uno de
los chisperos, muchacho de 16 años, que no estaba al cabo entonces de ciertos
detalles urbanos del momento. El no vio
otra cosa que el reparto de las cintas que French les hacía, y tomó el asunto
como de única inspiración de su jefe. Así lo creyó lealmente, lo refirió en su
vejez y lo recogió la historia, sin contarse por entonces con los elementos de
juicio que hoy permiten estudiar claramente al asunto y evidenciarlo.
q)
Conviene establecer que French jamás se atribuyó semejante privilegio
ni llegó a mencionar siquiera lo del reparto de cintas. El mismo silencio
guardaron sus contemporáneos y actuantes en la revolución junto a él, lo que no
puede atribuirse a mezquindad ni a desconocimiento del hecho por no haberlo
presenciado, sino por no haber ocurrido.
r)
Si en French hubiese obrado efectivamente la
inspiración de crear la escarapela, no dejaría luego de profesarle su fe,
teniéndola ya como fruto de su amor y emblema de la Patria. Pero después de su
ocasional reparto de cintas a los chisperos el 25 de Mayo, jamás volvió a
recordar la divisa para actos de patriotismo y aún menos como símbolo de la
nacionalidad. Por el contrario, la olvidó en tal forma, que más bien evidenció
desafecto a sus colores, optando en varias circunstancias por el rojo y NUNCA MAS por el celeste, a pesar de la
ostensible rivalidad de ambos, así en el orden patrio como en el político.
s)
En fin, que la iniciativa de los colores,
como “emblema de la causa”, y la consecuente invención de la escarapela, se
deben en todo a la mujer porteña.